Ya estoy lista para ir a verte. Me puse guapa, como a ti te gusta, con el pelo suelto, algo de color en la cara, pañuelo rojo resaltando sobre mi blusa blanca, y mi mejor perfume.
No se si estoy preparada para verte así, medio dormida, me duele pensar que estás sufriendo y no puedas hallar la paz.
Se me hace un nudo en la garganta mientras escribo, la última vez que nos vimos, hace pocas semanas, aún me hablabas, recordabas mi bautizo, la gran fiesta en casa de tu madre, me reconocías…recordando…te gustaba hacerlo, cuando me mirabas, mientras me decías “que guapa estás”.
Al rato seguías hablándome, de la niña que fui, pero ya no alcanzaste a distinguir, el pasado se había convertido en el presente, yo pasé a ser mi propia madre y tú…la abuela que acababa de bautizar a su primera nieta, y me preguntabas…¿os vais a llevar a la niña?.
Recuerdo nuestro último momento real, en septiembre pasado, sin testigos. Repasamos las fiestas de fin de año frente al televisor, allá por los sesenta. Te reías diciendo ¿te acuerdas Pili cuando te ponías los tules y bailabas para el abuelo y para mi?.
Las fiestas de la Bella en verano, la muñeca que me “tocó” en la tómbola (realmente la compró mi abuelo), los viajes a Sevilla juntos, Galerías Preciados y sus “asombrosos” escaparates, la mariquita Pérez guardada con esmero en su caja de cartón, la casita de muñecas…aquel supermercado lleno de frutas variadas una mañana de Reyes.
Aquel encuentro sonaba a magia de infancia, olía a rosquillas con forma de serpiente y ojitos de pimientas negras, sabía a la masa del bizcocho de nata que dejabas casualmente en el barreño para que la rebanara con mis deditos, tenía el tacto suave del musgo fresco que adornaba el nacimiento, se veían las luces de la cabalgata de Reyes desde el balcón del hotel Biarritz…terminamos llorando las dos…abrazadas.
Cuantas cosas nos han unido, y cuantas separado…pero tanto unas como otras con demasiada fuerza, sabes que me marcaste…profundamente, alegremente, tristemente.
La nuestra fue siempre una relación muy especial, por ti, siempre deseada, por mi, deseada y temida. Se que en algunas facetas de tu vida no te he comprendido aunque nunca te lo dijera, mi amor era más fuerte, aunque a veces me costara trabajo admitirlo.
Me dolía pero a la vez te adoraba, bueno…realmente, te sigo amando de forma infinita….
He vuelto y estabas como me imaginaba, dormida. Esta vez, no pudiste reír cuando te hablaba, ni decías...que alegre eres, que guapa estás. Tu cara no se ha iluminado al ver que estaba allí, tus ojos no se abrían…solo respirabas.
Te he cogido de la mano, besado en la frente y acariciado. Por un momento, has cogido mis dedos, aquellos que se llenaban de masa de bizcocho cruda gracias a tu generosidad, porque si alguna virtud hay que poner con letras de oro en tu corazón, es lo generosa que siempre fuiste.
Me he colocado a tus pies, con las manos entrelazadas, y he rezado sin que los demás se dieran cuenta. Le he pedido al abuelo que venga, te coja en brazos, y te lleve con él para siempre. Es curioso, al rato, nos contaba tu hija que ella también lo había pedido la otra noche.
Desear eso desde lo más profundo de mi corazón, no es fácil para mi, pero es lo que siento, ya no tiene sentido, estás muerta en vida… y yo lo que más quiero es que vivas siempre en mi, aún más allá de la muerte.
Siempre te querré…besos de paz infinita, Abuela.